El crecimiento acelerado del turismo en Centroamérica, que despunta como
destino emergente, corre el riesgo de acabar tan mal como otros
territorios periféricos. Estamos a tiempo de pensar si son posibles
otros modelos. ¿Pero sobre qué bases?
¿Es posible pensar un turismo distinto al predominante? ¿Merece la pena
el esfuerzo? ¿Y si es así, por dónde empezamos? Estas son algunas de
las preguntas que reiteradamente aparecen en muchos de los foros de
discusión a los que he asistido en los últimos años y que ponen en
cuestión el modelo turístico actual. Desde la izquierda tenemos serios
problemas para abordar el asunto. Tradicionalmente lo hemos
minusvalorado, no le damos suficiente importancia frente a otras
problemáticas o actividades económicas –como las actividades
extractivas, la construcción de grandes infraestructuras, la
agroexportación o la industria maquiladora –, y sin embargo es hoy por
hoy uno de los principales agentes de la globalización neoliberal.